domingo, 31 de octubre de 2010

Thriller “hi-tech” de personaje menor

The scarecrow, Michael Connelly

Otra de Connelly. Esta no es de Harry Bosch, pero sirve para ir matando el tiempo mientras llega la próxima (Nueve dragones, que ya está en España). Esta es del periodista Jack McEvoy, aquel que interpretara El Poeta. No es lo mismo que un Bosch, claro, pero vale.

En una era de conectividad sin límites, de menos diarios de papel y más diarios digitales, de tensión entre el "nuevo" periodismo y el de "vieja escuela", el reportero McEvoy está a punto de ser despedido del LA Times. Mientras entrena a quien lo sucederá en el puesto, trabaja en su última nota, relacionada con un adolescente que fue forzado por la policía a confesar un crimen que Jack piensa que no cometió.

Cuando McEvoy comienza a investigar ese crimen, encuentra conexiones con otros crímenes irresueltos, y ahí se dispara una trama en la que la muerte le pasa demasiado cerca, llevándose a la joven periodista que iba a reemplazarlo en su puesto. Para atrapar al asesino, Jack unirá sus esfuerzos con Rachel Walling, la agente del FBI que también aparece en otras novelas de Connelly, especialista en asesinos en serie.

Como todas las historias de Connelly, The Scarecrow también resulta una historia de ritmo cinematográfico, que se lee muy rápido y ágilmente: un page-turner. En ella el autor incorpora elementos que le dan un verosímil de actualidad: investigadores y asesino se valen de Internet, hay empresas de hosting involucradas… en fin, la tecnología tiene un protagonismo bastante central.

No es ni por lejos la mejor de las novelas de Connelly. McEvoy es un buen personaje, pero al lado de Bosch parece apenas un borrador. En cuanto a la estructura de la novela, los capítulos cortos son un buen recurso para la agilidad de la historia. Para mi gusto, se revela muy rápidamente la identidad del asesino, identidad que queda evidenciada por la decisión del autor de ir intercalando tramos relatados en primera persona por Jack, con otros relatados en tercera, por un narrador omnisciente, que justamente “se ocupa” de seguir los movimientos del asesino… Da la sensación de que Connelly podría “sacar” tres o cuatro novelas como esta al año, y uno no sabe si esto es muestra de su “oficio” innegable, o evidencia de que ya escribe en “piloto automático”.

Igual, hay que seguir leyéndolo, como el gran escritor de policiales que es. Esperamos por esos Nueve dragones entonces.

(The scarecrow no llegó a la Argentina editada en español)

5/2010

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