lunes, 29 de noviembre de 2010

¿Querías un hard boiled?

Lennox, Craig Russell

¡Al fin una con un detective como la gente! “Como la gente” en este caso siginifica duro, ocurrente, ingenioso, valiente, cabeza dura, bebedor, violento, con un pasado oscuro, con dispares resultados con las mujeres. En fin: Lennox y Lennox, personaje y novela, son todo eso que hizo que uno se convierta en un adicto a las novelas negras.

La acción transcurre en Glasgow, en los años 50. Lennox es un ex militar canadiense, veterano de guerra, que ha recalado en esta turbia, gris, violenta, triste, fría, “puta y horrible” ciudad escocesa. ¿Qué lo ha llevado allí? No lo sabemos con exactitud, pero sí se las arregla para mostrarnos que el pasado en su tierra de origen, su familia de buena posición, su desempeño en la guerra conforman una bolsa de malos y dolorosos recuerdos.

Ahora Lennox se gana la vida como detective privado. Pero no es “cualquier” detective privado. Lejos de perseguir esposos infieles, o de merodear el lobby de algún hotel, nuestro héroe subsiste básicamente de trabajar para gente que “no desea recurrir a la policía”. Por ejemplo, gente como los Tres Reyes, pesos pesado que se reparten las actividades ilícitas de la ciudad, y con los que Lennox mantiene una “cuidadosa” relación profesional.

Cierto día liquidan a tal Tam MacGahern, hamponcito de segunda categoría, y su hermano gemelo Frankie lo contacta a Lennox para que investigue qué pasó. Arranca así una historia bien old school, bien clásica, en la que abundan los gángsters durísimos, las mujeres irresistibles, las borracheras, las golpizas. Siempre ágil y con un afilado sentido del humor, incluso está narrada en primera persona por nuestro héroe. ¿Qué más se puede pedir?

Se dice que Russell tiene un gran éxito con otra serie, ambientada en Hamburgo, y protegonizada por el inspector Jan Fabel. No tuve el gusto aún. Pero no me extraña para nada. Para mí, con Lennox Russell hizo mérito más que suficiente para que considere seriamente buscar más novelas suyas apenas tenga la oportunidad.

Lennox es puro disfrute: diversión garantizada. Y el que no lo crea que pruebe lo siguiente: compre o no la novela (eso es lo de menos) intente leer el prólogo de menos de dos páginas. Después me cuenta si pudo parar ahí y cómo terminó el asunto…

Traducción: Eduardo Hojman

6/10

lunes, 22 de noviembre de 2010

¡Un médico forense ahí!

La química de la muerte, Simon Beckett
Adquirí mi ejemplar de La química de la muerte en la Feria del Libro de Buenos Aires, este año. Esto significa que lo adquirí unos días antes de que apareciera en las librerías. ¿Por qué esta urgencia? Por dos motivos: el primero, los muy buenos antecedentes de la colección Roja & Negra que habían pasado por mis manos (alguno ya comentado en este blog); y el segundo, que había leído, ya no recuerdo si en la web, aunque es muy probable que haya sido ahí, el espeluznante comienzo de la novela.
David Hunter es el protagonista de esta historia. Antropólogo forense retirado, vive ahora en un pueblito rural en Inglaterra, trabajando en el consultorio del médico del pueblo, quien está enfermo y necesitado de un colaborador. Desde luego, David, profesional joven, inteligente y capaz, tiene sus motivos para elegir retirarse a ese entorno chato y sin sobresaltos: una tragedia familiar que necesita dejar atrás.
Un día, unos niños descubren en un bosque el cadáver en descomposición de una mujer. Tiene unas alas de cisne clavadas en la espalda, lo que cancela toda posibilidad de una muerte accidental o natural (la escena en que se relata el descubrimiento, el primer capítulo del libro, es tan buena que prácticamente justifica la lectura de la novela toda… ya sabés: si no vas a comprar el libro, sería bueno que te escabulleras con un ejemplar en un rincón, para leer estas primeras tres o cuatro páginas).
El escalofriante suceso logra que el pasado oculto de David como médico forense salga a la luz de los ojos del pueblo. Y, como se dice por ahí, pueblo chico, infierno grande: la ola de comentarios, suspicacias y envidia se desata, al tiempo que David se ve involucrado en la investigación del asesinato. Que, ejem, resulta no ser el único, sino apenas el más reciente de una serie que lleva ya un tiempito.
Algo apartado de los cánones del género negro, La química de la muerte se acerca bastante a novela de intriga clásica. Me explico: no hay aquí un detective hard-boiled, no hay estructuras de poder que condicionen la vida de una sociedad, no se hace evidente la presencia del dinero o del sexo como motores del delito. En cambio sí hay un escenario más o menos cerrado (el pueblo de Manham, ¡campiña inglesa!); sus personajes (el doctor, el propio investigador, el pastor en su iglesia, la maestra del pueblo, los hermanos pendencieros), y un asesino que habita dicho escenario entre dichos personajes. Como si faltara algo, no hay aquí un investigador que se valga de los golpes (aunque los sufre), las armas y “la calle” para su trabajo, sino uno que usa, por decirlo de una manera genérica, “la ciencia” (tanto la medicina forense como la lógica analítica) para resolver el misterio, con el consabido sorprendente giro final.
Beckett, que según el prólogo de Fresán se reconoce deudor tanto de Chandler como de Highsmith, construye esta historia a medio camino entre dos “estilos”. Y sale muy bien parado, gracias a la creación de David Hunter, este atormentado científico hi-tech, y su contraste con el ambiente oscuro y hostil al que lo transplanta, el pequeño pueblo de Manham.
Traducción: David Paradela
6/10

martes, 16 de noviembre de 2010

En caso de emergencia, una de estas

Desaparecido, Jonathan Kellerman

Kellerman es uno de esos autores que no parecen destinados a escribir un clásico pero, si nos guiamos por Desaparecido, sí parece que sabe lo que hace: hace novelas efectivas, entretenidas y muy bien escritas.

Dónde si no en Hollywood puede suceder que a una pareja de aspirantes a actores se les ocurra, como golpe publicitario, simular un secuestro. No pasa nada: el fraude sale a la luz, mínima repercusión mediática, condenas leves, todo solucionado.

Pero los problemas comienzan cuando, un tiempo más tarde, ella aparece muerta, y él ha desaparecido.

La interminable ciudad de Los Angeles, y sus exóticos, desesperados habitantes son una vez más protagonistas. Millonarios, aspirantes a actrices, sueños imposibles, tortuosas relaciones familiares, gente que desaparece y cadáveres que aparecen. En fin, el paraíso del serial killer.

El detective Milo Sturgis, y su compañero, el psicólogo forense (y narrador en primera persona) Dr. Alex Delaware conforman aquí ese “dibujo táctico” clásico de las novelas de detectives: el dúo. Sin embargo, el trato distante, respetuoso, en cierta medida competitivo, de las parejas protagónicas paradigmáticas (Holmes-Watson; Poirot-Hastings) cambia aquí por diálogos velocísimos y filosos más cercanos a una “buddie movie”.

Se lee de un tirón. Y me lo deja a Kellerman en ese lugar de los autores “prácticos”: uno está tranquilo porque sabe que siempre habrá, en la mesa de Novedades o en la de Saldos, algún libro suyo como para manotear en caso de emergencia.

No tengan dudas que yo lo haré llegada la ocasión.

Traducción: Ana María Nieda

6/10

lunes, 8 de noviembre de 2010

Hasta que se cubra de escarcha el infierno

Bosque frío, Patrick McCabe


Sigo un estricto orden cronológico en la construcción de este blog: el orden en el que aparecen de las reseñas es el orden de las lecturas. Hoy, noviembre de 2010, trataré de compartir el comentario de Bosque frío, de Patrick McCabe, un texto que me debo desde que finalicé su lectura en… ¡mayo! Supongo que el tiempo transcurrido guarda relación con el hecho de que es muy difícil escribir algo acerca de lo que produce esta terrible historia, perturbadora hasta el horror.

Empecemos por decir que el narrador, Redmond, relata el período que va desde finales de los años 80 hasta los primeros años del nuevo siglo. Comienza la historia (en realidad, la novela, pues la historia se verá que comienza mucho antes…) cuando Redmond regresa a su pueblo natal en las montañas de Irlanda. Allí Red –por aquellos años, periodista-, toma contacto con el viejo y querido y pintoresco Ned Strange (strange=extraño), un típico personaje de pueblo. Conocedor del folklore tradicional, Ned toca, canta, baila, recita viejas coplas que resumen siglos de la sabiduría sencilla del hombre del bosque, del campo. Ned cuenta historias, es gracioso, todo el mundo celebra sus ocurrencias.

Ned entretiene a los niños…

Redmond queda fascinado con este personaje, y vuelve una y otra vez, y a medida que va contando sus encuentros, el lector va percibiendo algo “raro” en la narración de Red. Una especie de deslizamiento, una escisión que disloca el relato: comienza a filtrarse otra realidad, lo que sucede dentro de la cabeza del narrador, que a esta altura se vuelve poco confiable.

Sembrado con nada gratuitas alusiones al folklore irlandés, al catolicismo que en ese país conlleva más que en ningún otro una carga política/ideológica, una y otra vez el relato revela los modos en que la pureza y la autenticidad del rudo hombre de montañas pueden esconder un infierno de brutalidad, sometimiento y violencia, de “follaovejas” y de vejaciones. La ominosa presencia del Mal detrás de las pintorescas citas en gaélico. El “valor de la cultura de los ancestros” como la otra cara de la eterna podredumbre del alma humana.

El autor elige una estructura de largas partes que se ocupan de períodos en la vida de Red, organizadas a su vez en breves “flashes”, que pueden ser episodios cotidanos, recuerdos, pesadillas, fabulaciones. Como dije, uno nunca sabe bien a qué categoría pertenece lo que está leyendo. Pero esta forma acertadamente elegida por McCabe propicia la creación del clima oscurísimo a través del cual el lector es arrastrado a lo más profundo de la locura y el dolor de Redmond, víctima y victimario.

Que nadie se equivoque: esta no es una moralizante historia acerca de los pederastas y sus víctimas. No es un drama acerca de las consecuencias de los abusos en los niños, no.

Esta historia terrible, dolorosa de leer, es una perturbadora indagación sobre la locura, es una poética reflexión sobre el Mal. Pero por sobre todo, Bosque frío es una verdadera historia de terror.

Una obra escalofriante que los amantes de lo oscuro no deberíamos dejar pasar.

“… Eran tiempos difíciles, Redmond. Así era la vida en esos sitios rurales, y tú lo sabes. Los recuerdos no se van con facilidad. ¿Te parece que se pueden ir así, de un día para el otro?

-No –respondí.

-Exacto, Redmond. Duran tanto como los malditos pinos. Hasta que se cubra de escarcha el infierno, Redmond. “

Traducción: Marcial Souto Tizón
5/10