sábado, 24 de diciembre de 2011

Comer y beber en Madrid, vestido para la ocasión


Era el día libre del Cuquita y lo invité a cenar a la Tienda de Vinos, en Augusto Figueroa, para celebrar mi nuevo trabajo. Nos colocamos en la mesa del fondo y pedimos nuestros platos favoritos: Cuquita, el filete de cebón, poco hecho, con patatas, y yo, el pisto con huevos revueltos. El hijo de Ángel nos había traído ya la ensalada y una frasca de valdepeñas y nos las estábamos bebiendo tranquilamente. El local todavía no se había llenado, aunque sabíamos que más tarde, sobre las diez y media, se llenaría a rebosar. Era una buena casa de comidas que nunca se pasaba con los precios.
No era la primera vez que el Cuquita y yo comíamos allí. Cuando queríamos celebrar algo, solíamos ir a la Tienda de Vinos. Yo llevaba un flamante traje nuevo que me había preparado Huang el Chino en tres horas.

(Juan Madrid, Adiós, princesa, Barcelona, Ediciones B, 2011, pg 152)

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