lunes, 25 de abril de 2011

Precisión en velocidad

Drive, James Sallis
Recurro al latiguillo futbolero, ese que resume la máxima aspiración de cualquier equipo, para arrancar la reseña de esta joya que es Drive, la nouvelle de James Sallis que nos trae la impecable colección Serie Negra de RBA. Digo precisión porque la prosa en esta novela es un Sallis —ya en sí mismo todo un estilista— pero en su máxima concentración, para adecuarse a las reglas del género más negro. Y digo velocidad porque, bueno, la velocidad es el negocio de Driver, el protagonista de esta novela.
La historia comienza con Driver tirado y herido en una mugrienta habitación de motel en Phoenix, Arizona. Un charco de sangre avanza hacia él. Ha habido mucha adrenalina, un navajazo y algunos disparos. Ahora hay tres cadáveres repartidos entre el baño y la puerta de la habitación, y Driver tiene un brazo que no le responde.
“Yo no participo, no conozco a nadie, no llevo armas. Yo sólo conduzco”. Así se define Driver, y, aunque la escena inicial parezca decir lo contrario, está bien. Porque la conducción de autos es su modo de vida. Tanto en la luz —Driver es un stunt driver, es decir un conductor de escenas riesgosas, y como tal participa en grandes producciones o en films de clase B— como en la sombra —cuando se dedica a preparar y conducir autos para cometer atracos. Toda la gente que lo tiene que conocer, lo conoce, porque Driver es el mejor en lo suyo. Hasta que un golpe sale mal, muy mal, y la cosa se tuerce. Driver es traicionado, se salva por un pelo y se encuentra con un botín que no le pertenece. Y entonces saca de sí toda la sagacidad y la violencia que juntó en una infancia durísima, y comienza una historia de venganza digna de Tarantino.
La mención al gran cineasta no es casual. Como integrante de la particular fauna hollywoodense, Driver se codea con directores, protagoniza espectaculares persecusiones y se junta a tomar vino (malbec argentino) con Manny, su amigo guionista, mezcla de Coen y Tarantino. En todos esos encuentros y filmaciones el autor desliza unos cuantos deliciosos guiños cinéfilos. Y alguno que otro literario, como el de Borges y el Quijote…
En capítulos cortos, y mediante el recurso del flashback, el autor nos muestra episodios de la vida reciente y no tan reciente de Driver que permiten comprender cómo y por qué llegó hasta donde ahora se encuentra. Sallis recurre en esta novela corta a todas las convenciones del género, y las potencia con la calidad de su escritura. Personajes que se muestran a través de lo que hacen y de lo que dicen, y no a través de monólogos; piceladas certeras para mostrar detalles en apariencia mínimos, y que terminan pintando todo un ambiente, un clima, un estado de ánimo. Para apreciar mucho de esto, recomiendo una vez más la saludable LGC1 (“lectura gratuita del capítulo 1”): escóndanse en cualquier rincón de una librería, lean el primer capítulo, y aprecien cómo se pinta una escena terrible.
No es fácil encontrar libros de este excelente autor, poco conocido entre los lectores en español. Así que aprovechen a conocerlo con Drive, una novela altamente recomendable.
Traducción: Juanjo Estrella
3/11

lunes, 18 de abril de 2011

Nadie es inocente

Se presume inocente, Scott Turow

Impulsado por las buenas reseñas de la secuela, Inocente, aparecida hace poco, me dije “empecemos por el principio”, y decidí entrarle a la primera novela y famoso best-seller de Turow, Se presume inocente. Todo un clásico entre los thrillers legales, y exitosa peli adaptada con Harrison Ford como protagonista.

Mi experiencia anterior con esta suerte de subgénero se reducía a unas diez páginas soportadas a un Grisham, más una muy lejana lectura de Testigo de cargo, de la Gran Agatha. Y punto. No es un formato de historia que me atraiga en especial. De hecho, las de Mickey Haller son las novelas de Connelly que menos me gustan. Pero Se presume inocente es una novela tan buena que invita a leer una secuela. Claro que esto no tiene nada que ver con que sea un thriller legal: se debe a que es una Novela con mayúsculas.

Rozat “Rusty” Sabich es el ayudante del fiscal Horgan. Trabajan en el condado de Kindle –una ciudad ficticia pero que algunos relacionan con Chicago, lugar de origen de Turow–, donde ocurre un crimen: la bella y ascendente Carolyn Polhemus, también ayudante del fiscal, es encontrada en su departamento. Atada, violada y, por supuesto, muerta.

Hay algunos “detalles” que le agregan suspenso a la investigación del asesinato. Primero, el caso se le asigna a Rusty Sabich. Segundo, Rusty y Carolyn tuvieron una “historia”, gracias a la cual el matrimonio de Rusty hoy tambalea (como tambalea su amor propio cuando, durante la investigación descubre que Carolyn tuvo otras cuantas “historias”…). Tercero, la acción transcurre en plena campaña electoral para la reelección de Horgan.

Así las cosas, no pasa mucho tiempo hasta que el mismo Rusty es señalado como sospechoso. Debe empezar a trabajar para defenderse de las acusaciones de Nico Della Guardia (el nuevo fiscal general) y su ayudante Tommy Molto. Y para ello contrata a un brillante abogado, otrora adversario, el argentino (sí, todo es posible en Kindle County) Alejandro “Sandy” Stern.

La novela no es solamente un desfile de testigos frente a un juez, o una serie de tecnicismos expuestos por forenses y peritos. Es eso y mucho, muchísimo más. Tiene todo el suspenso de las buenas novelas de intriga. y se resuelve con una vuelta de tuerca sorprendente. Pero lo más valioso es la hondura psicológica del personaje de Rusty. Inmerso en una investigación que lo compromete emocionalmente por tantos frentes, Rusty sufre, y lo expone en sus largas, dolorosas, desesperadas reflexiones. Es inteligentísimo, y no del todo inocente, y lo sabe. De ahí que Rusty finalmente no sea de esos personajes de los que uno “se hace amigo”. Pero sí es un tipo al que uno va a recordar, y del que no viene mal tener noticias recientes. Y parece que las hay en Inocente, su nueva historia.

Traducción: Javier Sainz de Robles

2/11

lunes, 11 de abril de 2011

Un paisaje y un villano inolvidable

Cielo rojo sobre Montana, James Lee Burke

Me acerqué a esta novela porque había leído qué clase de autor era James Lee Burke, y porque es raro encontrar novelas suyas en nuestras librerías. Y también porque, cuando la vi, estaba en el cajón de las ofertas. En efecto, resultó un muy buen negocio literario.

Billy Bob Holland es un abogado y ex Ranger de Texas. Una vez, durante un procedimiento anti narcóticos (¡qué denominación yanqui!) cometió un error que causó la muerte de su compañero L.Q. Navarro. Desde entonces, el fantasma de L.Q. lo visita cada tanto, y hablan y se aconsejan como los viejos amigos que son. Igual, a Billy Bob la culpa por aquel error lo consume.

En esta historia, Billy Bob viaja al Valle Bitterroot, en Montana, a ver a su amigo Tobin “Doc” Voss. Ex combatiente en Vietnam, con un pasado muy duro y violento, Doc parece haberse afincado como médico del lugar. Y como activo ecologista que es, lucha contra la industria minera que contamina los ríos con cianuro.

Cierto día unos moteros pesados y pasados de alcohol abusan de la hija de Voss. Voss, que sabe algo de eso de combatir, rompe unos cuantos huesos a varios de ellos. Ese hecho es prácticamente el disparador de la trama en la que se ve involucrado Billy Bob que, bastante violento también, se mete a ayudar a su amigo.

Animando las varias sub tramas, aparece una galería de personajes de lo más interesantes. Resulta que los moteros están por la zona como una especie de “fuerza de choque” que pretende disciplinar a los ecologistas. También están los ultraderechistas de Carl Hinkel, esos freaks de las milicias nacionalistas que se imparten entrenamiento militar en los bosques. Tras ellos aparece el FBI, que sospecha que pueden tener conexión con los atentados de Oklahoma City. Y no falta unos mafiosos italianos que vienen a cobrar una deuda que le dejó un tipo a su viuda. Y un excéntrico y liberal escritor y su mujer. Y un sheriff antipático pero que ostenta una adorable sabiduría pueblerina.

Pero realmente el personaje que quedará en la memoria del lector de esta novela es el malísimo Wyatt Dixon. Un ex convicto recién liberado que viene a vengarse de la muerte de su hermana –y de sus propios años a la sombra–, en la persona del abogado Billy Bob, responsable según él de ambos hechos. La violencia que despliega, su fisonomía, su historia en prisión, su homosexualidad carcelaria, son los elementos que utiliza Burke para construir un personaje de una carnadura memorable, que casi se come la novela. Dixon es un tipo que, invocando costumbres olvidadas en un pasado de verdaderos caballeros y virtuosas damas, te reta a duelo (lo que en el Universo Dixon significa que te va a cortar las pelotas, para empezar) porque no lo saludaste de la manera correcta. Y lo hace con un lenguaje civilizado pero a la vez tan cargado de violencia que resulta aterrorizante. Un personaje para recordar.

Burke es en cierto sentido un escritor atípico de novela negra. Como corrsponde, domina a la perfección el diálogo, lo que suma muchísimos puntos para la fluidez de la novela y para la construcción de los personajes. Pero a la vez también brilla por su lirismo, por la poesía con la que describe la belleza del paisaje, y sus contrastes con la soledad y la pobreza de ese estado despoblado y olvidado del noroeste. Su prosa me recordó al gran Cormac McCarthy.

Me dejó con ganas de leer alguna de sus otras (pocas) obras traducidas al español. Ya las voy a encontrar…

Traducción: Antonio Padilla

2/11

lunes, 4 de abril de 2011

Una Ciudad difícil

Ciudad Santa, Guillermo Orsi

De nuevo una compleja trama de corrupción, violencia y muerte. Pero esta vez en el Buenos Aires post 2001. Una Buenos Aires for export, poblado de turistas extranjeros que llegan en cruceros a la Reina del Plata.

La madura abogada Verónica Berutti, dos veces viuda por causas no naturales (policía el primero, juez el segundo, asesinados ambos) es uno de los personajes que circulan en esta historia que mezcla mercaderías truchas en la feria de La Salada (no se nombra, pero es), secuestros extorsivos, miserables dealers y narcos colombianos y escoria post dictadura como el Oso Berlusconi, brutal policía en actividad, corrupto y asesino. Hay una letal belleza del tercer mundo, Miss Bolivia, y está también Pacogoya, un gigoló venido a menos, de look guevarista. Y entre ellos, esquivando balas, piñas, y fumando a más no poder está Walter Carroza, poli federal y uruguayo.

La novela muestra los mismos méritos que en la anterior que he leído de Orsi, y también los mismos defectos.

La trama es muy compleja, pero cierra satisfactoriamente. Orsi logra pintar con eficacia y hondura el clima de la Argentina del florecimiento post 2001: llena de turistas, y llena de pobres. Incluso, llena de turistas que vienen a ver a los pobres…

El estilo es excelente, depurado. No hay aquí diálogos filosos y veloces como aquellos a los que nos tienen acostumbrados los autores norteamericanos. En cambio, sí hay párrafos largos, de sintaxis compleja pero cuidadísima y, en muchas ocasiones, bella.

Pero este es, según mi humilde entender, también el problema con las novelas de Orsi. Su oficio de prosista exquisito le juega en contra, creando a veces diálogos inverosímiles. Por otra parte, hay una tendencia en los personajes de Orsi a la frase grandilocuente, a la filosofía barata. Pareciera que cada vez que hablan deben decir una frase célebre, los que en algún punto los iguala a todos. Encima, esta tendencia se manifiesta también en la voz del narrador omnisciente, dejando en flagrante evidencia al autor (a quien ni se lo debería notar). Por ejemplo, cada vez que aparece una villa miseria, parece que es necesario explicar algo acerca de los pobres, de los orígenes de sus desventuras, vinculadas siempre con la avaricia de los poderosos, con las agachadas de los políticos, con asesinos y vendepatrias de las dictaduras de nuestra historia, con los conquistadores españoles, etc.,etc. En su afán por vincularlo todo Orsi se mete en dos problemas: 1) se “muestra” como autor “adscripto” a una ideología y 2) hace más lento el discurrir de la trama.

Que se me entienda bien: mi comentario pretende ser puramente literario. Orsi puede tener la ideología que quiera, y es posible que yo la comparta en algo, quién sabe. Pero creo que si su intención es mostrarnos una visión del mundo, debería hacerlo a través de la historia, de sus personajes, de lo que dicen y de cómo actúan. No a través del atajo que son las elucubraciones de un narrador omnisciente.

Claro que todo esto es materia opinable. Indiscutiblemente, Orsi es un escritor con mayúsculas, que “sabe” mucho con las palabras. Aunque yo prefiera a la escuela norteamericana para las narraciones de este género, no me voy a cansar de recomendar la lectura de Orsi a todo aquel amante del noir, y en especial a los argentinos. Y, por cierto, voy a volver a leer sus historias cuando tenga la oportunidad.

Ahora, mención aparte merece un problema adicional en esta novela. Ciudad Santa, editada por la española Editorial Almuzara, fue ganadora del prestigioso Premio Hammett 2010, en la Semana Negra de Gijón. Se sabe que los premios “de género” existen en España, no en nuestro país. También se sabe que el mercado de los lectores del género negro resulta, por número y por poder adquisitivo, mucho más atractivo en España que en Argentina.

Tal vez una u otra o ambas circunstancias tengan que ver con la incomprensible mezcla de español de la península con el español de las orillas del Río de la Plata en la que se expresan los personajes de Ciudad Santa. Aparecen infinidad de ejemplos en que se cruzan –incluso en el mismo párrafo– el “tú” con el “voseo”, forma natural de expresión en los lugares en los que transcurre la trama. Imagino que el resultado debe ser de igual desconcierto para todos los lectores, de uno u otro lado del Atlántico. Desconozco las políticas editoriales en este sentido, pero ojalá que Guillermo Orsi pueda revisar esta novela en futuras ediciones para corregirle éste que es un problema serio e irritante (y lo dice alguien que no suele quejarse del estilo castizo de las traducciones hechas en España)

1/11