Jack Whitehead y Bob Fraser son dos actores secundarios en 1974, primera parte del Red Riding Quartet. Estaba por poner “dos viejos conocidos”, pero eso no es del todo cierto. A ver: Jack sigue siendo columnista en el Yorkshire Post. Bob es el mismo sargento de la policía de West Yorkshire que ayudaba a Eddie Dunford en aquella historia tremenda.
martes, 27 de septiembre de 2011
El Destripador está de regreso
Jack Whitehead y Bob Fraser son dos actores secundarios en 1974, primera parte del Red Riding Quartet. Estaba por poner “dos viejos conocidos”, pero eso no es del todo cierto. A ver: Jack sigue siendo columnista en el Yorkshire Post. Bob es el mismo sargento de la policía de West Yorkshire que ayudaba a Eddie Dunford en aquella historia tremenda.
jueves, 22 de septiembre de 2011
El país sin límites
En fin, aún faltaba un largo trecho para andar juntos, esa noche y los días que siguieran. La noche es larga, me dije, y el mañana siempre es incierto. Y en consecuencia, la pregunta que me hacía mientras atravesaba la ciudad de Corrientes, que dormía con la misma unanimidad con que reza y con que canta, no era ni cuándo ni cómo, no era ni siquiera por qué. La pregunta que me hacía era acerca de los límites. ¿Dónde estaban los límites? Y la respuesta era, obviamente, que no había límites, que ya no los había porque yo era hijo, y quizás uno de los hijos más sinceros, de un país en el que lo único que estaba verdadera y rotundamente claro era que lo ilimitado era norma, que todo lo que cualquier imaginación quisiese inventar era posible y que en todo caso se trataba de ver cuán pródiga o frenética era la propia.
(Mempo Giardinelli, El décimo infierno, Buenos Aires, Ediciones B, 2010, pág 68)
lunes, 19 de septiembre de 2011
Matando con el enemigo
jueves, 15 de septiembre de 2011
La importancia de bailar
¿Cómo podía ser que en algunas cosas fuéramos un calco y en otras tan diferentes a estos pendejos?
La veo a la Evi. Lo veo al Marcelo. Y aunque tengamos la misma edad, parecen mucho más viejos que nosotros. Y la veo a la Abi. Y lo veo al Luchi. Y ellos sí que parecen de nuestra edad, aunque nosotros tengamos las edades de los padres. Si me preguntan a mí la que voy a batir es que dejar de bailar es lo que te pone medio momia. Y si dejás de ir a bailar siendo todavía un guacho, al toque pintó el jubilado mal.
(Ráfaga)
(Leonardo Oyola, Kryptonita, Buenos Aires, Mondadori, 2011, pág 152)
lunes, 12 de septiembre de 2011
Hermanos abrazados, hermanos en armas
Invierno. Madrugada de un lunes sin luna. Hospital Paroissien, La Matanza, conurbano bonaerense. Un mediocre doctor pasado de rosca aguanta, esperando transitar con cierta calma las últimas cuatro de las 72 horas corridas de su servicio. Pero una banda de delincuentes —“fuertemente armados”, diría la crónica— irrumpe en la guardia y destroza sus planes: se le vienen al médico las horas más agitadas, emocionantes, terroríficas y divertidas que ha vivido en mucho tiempo. Y al lector… ¡ni te cuento!
Los que han llegado son el Ráfaga, el Faisán, Lady Di, la Cuñataí Güirá, Juan Raro y el perrito Miguel. Es decir, la banda de Nafta Súper. Son conocidos por todos en la zona. Traen muy malherido e inconsciente a su jefe, y le “sugieren” al mediocre doctor que mejor que lo salve, “que llegue con vida al amanecer, y todos contentos”. Y el “nochero” sigue pensando “cuatro horas… me faltaban cuatro horas…”, mientras un diablito de color amarillo que sólo él ve sale de los rincones para reírse de su desgracia. No hace más que revisar a Pinino, el verdadero nombre de Nafta Súper, para darse cuenta de que algo no cierra. Algo no es normal acá.
Y encima al rato cae la Bonaerense, el verdadero enemigo, el que nunca trae buenas intenciones.
Así las cosas, atrincherados en la guardia de un hospital desierto, preguntando poco y escuchando mucho, el alucinado doctor va conociendo —de boca del Ráfaga, de Lady Di, del Federico, que no será el Caballero, pero es el Señor de la Noche— cómo es la historia de Pinino y su banda. De sus correrías por todo el Oeste. De sus amores y sus odios. De la amistad que los une, de la sangre que los hermana.
Esquivando a la policía por pasillos estrechos, o bailando amaneceres en patios de tierra, estos súper-vivientes se las arreglan para conservar la Amistad como la fuente de poderes que los hace súper-héroes. No siempre es fácil la vida en el Oeste, parecen decirnos, pero siempre será Vida si están los amigos. Los hermanos en armas, los hermanos abrazados. En el fondo, de eso se trata para mí Kryptonita: es una historia de la amistad como inagotable, incorruptible motivo de celebración. De Fiesta, así, con mayúscula.
Cada lector podrá rescatar distintas virtudes de esta novela. Que el ritmo de la narración fluye ágil. Que Oyola tiene oído absoluto para captar el neohabla del suburbio. Que el humor emociona, y que la emoción provoca sonrisas. Que las acertadas referencias a la cultura popular (cómics, fútbol, música, boliches) construyen con solidez el mundo de este grupo de adorables delincuentes. Etcétera, etcétera. Pero de todas esas cosas, insisto, yo me quedo con aquella de la amistad. “Tatuajes, lealtad, orgullo humilde, es lo único que tengo para mostrar”: a mí me pegó por ese lado.
En resumen: me divertí como loco leyendo Kryptonita. Y me emocioné hasta el puchero, para qué negarlo. Sucede que uno no necesariamente ha compartido la misma geografía que el autor (leí por ahí que esta es la novela más autobiográfica de Oyola: no lo conozco personalmente, pero me cierra, ¡claro que me cierra!) ni tampoco uno es un delincuente, al menos no de armas tomar como esta banda. Pero así y todo, no pude evitar sentirme un poco cómplice.
Y quererlos un montón.
----------------------------------------------
PS: merecería un post aparte (y, por qué no, un concurso entre lectores en Facebook) la enumeración de personajes de TV, de folklore del fútbol, de películas… Desde la hinchada de Almirante Brown hasta Carozo y Narizota y Meteoro y Socolinsky. Desde Jesse James y ¡SkyLab! hasta Música total y Johnny Allon y hasta Notting Hill y Footloose … Y en la música, agarrate con el soundtrack: Los Abuelos de la Nada, Duran Duran, Alphaville, Los Cafres, Jagger, los Stones, Madonna, Carlos Baute, Peter Cetera, Dire Straits, Poison, Don Johnson y ¡Kenny Loggins, madre mía! Terri y su Karaoke criminal se harían un festín…
PS2: Casi me olvido. Es para vos, Cabeza de Tortuga: ¡la tenés adentro!
9/11
viernes, 9 de septiembre de 2011
Estar en forma
—¿Qué le sirvo, dottore?
—De todo.
Se rieron.
Entrantes de mar, sopa de pescado, pulpito hervido y aliñado con aceite y limón, cuatro salmonetes (dos fritos y dos asados) y dos copitas de licor de mandarina de un nivel alcohólico explosivo, motivo de orgullo de Enzo, el propietario de la trattoria.
—Veo que vuelve a estar en forma, dottore.
(Salvo Montalbano)
(Andrea Camilleri, La paciencia de la araña, Barcelona, Salamandra, 2006, pág 238)
miércoles, 7 de septiembre de 2011
Una grieta en la coraza
No había anunciado previamente su visita, pues sabía por experiencia que la repentina aparición de un representante de la ley genera, en el mejor de los casos, cierto malestar incluso en las personas más honradas, las cuales se preguntan: “Pero ¿qué he hecho yo de malo?”. Porque las personas honradas piensan siempre que han hecho algo malo, tal vez sin darse cuenta. Mientras que las que no lo son creen que han actuado siempre con honradez. Por consiguiente, tanto los honrados como los que no lo son experimentan cierta inquietud, lo que sirve para descubrir grietas en la coraza defensiva de todos ellos.
(Salvo Montalbano)
(Andrea Camilleri, La paciencia de la araña, Barcelona, Salamandra, 2006, pág 41)
lunes, 5 de septiembre de 2011
Feliz cumpleaños, Maestro… tanti auguri!
Pero está de vuelta de todo.
Porque su literatura es sencilla. Lejos de las complejidades intelectuales de quienes se empeñan en no narrar, distante de toda presuntuosidad de vanguarida hi-tech, Camilleri es una máquina de contar tan simple y tan eficaz como la milenaria rueda, si se me permite el lugar común. Para contarte de qué va la vida le basta con un personaje, un pueblo, un suceso, y… ¡a rodar!
Suficiente. A partir de entonces, no queda mucho más para contar acá. Hay una trama oscura de relaciones familiares, que Montalbano va desentrañando con esa lógica deductiva que le pide prestada al policial más clásico. Y con la sabiduría que le pide prestada a la calle. Por que si hay algo que Montalbano tiene es calle, roce. No es ningún gil, y es muy difícil que alguien lo pase. Tiene su carácter también, y su paciencia se ve exigida cuando debe lidiar con la ineficiencia o la desidia de sus colegas, de los jueces o de los periodistas. Su relación con Livia, con los vaivenes y alejamientos y reconciliaciones, cama o comida mediante, que la hacen tan humana y por eso tan maravillosa, también le cuesta lo suyo.
sábado, 3 de septiembre de 2011
Perseguido
viernes, 2 de septiembre de 2011
Amanecer en un aeropuerto
Hacía frío esa mañana; la leve niebla era húmeda y gris, y picaba en la piel. A Leamas, el aeropuerto le recordó la guerra: máquinas, medio ocultas en la neblina, esperando pacientemente a sus amos; las voces resonantes y sus ecos, el grito súbito y el incongruente golpeteo de unos tacones de muchacha en el pavimento de piedra; el rugido de un motor que podía estar al lado mismo de uno. En todas partes, ese aire de conspiración que se produce entre la gente que está levantada desde le amanecer, casi de superioridad, nacida de la experiencia común de haber visto desaparecer la noche y llegar la mañana. Los empleados tenían ese aspecto que produce el misterio del alba y que el frío estimula, y trataban a los pasajeros y a su equipaje con el aire remoto de hombres regresados del frente; el resto de los mortales no les decían nada esa mañana.
(John Le Carré, El espía que surgió del frío, Barcelona, Random House Mondadori, 2010, pág 80)