miércoles, 11 de abril de 2012

Arrabal amargo

Tarde, mal y nunca, Carlos Zanón


Tengo claro que este no es un blog de crítica literaria. Es cierto que recomiendo con entusiasmo aquello que me ha gustado. A veces me da la cara para intentar transmitir el porqué de mi valoración. En fin: como se ha dicho, este es más bien un registro más o menos lúcido, más o menos emotivo de mis experiencas de lectura en el género que me interesa más que cualquier otro. Aclarado el punto, arranco mi comentario contándoles el impacto de Tarde, mal y nunca en este lector que soy.

Leí esta novela —la primera del poeta Carlos Zanón— a la luz de las noticias de la feroz crisis que aplasta a España. En esos días estallaban (o estaban a punto de estallar, qué importa ahora) disturbios en Barcelona y en otras ciudades. Presté especial atención a ese clima. Por aquello de los amigos, de los “lugares en el mundo” (en mi mundo). Porque soy porteño y me asalta últimamente el recuerdo de lo que vi hace unos diez años. No descubro nada si digo que una lectura es un libro más un momento más una historia personal. Por eso, que este libro haya caído en mis manos justo ahora ayudará a que novela y crisis queden ligadas en mi recuerdo.

Desde luego, Zanón no hace mención alguna a la economía o a la política. Atinadamente no la hace. Sin embargo, me permito una observación. La novela se publicó en el año 2009 (la de RBA es una bienvenida reedición). Ya se hablaba entonces de crisis. Todavía era algo inespecífico, un tanto lejano. Algo en Estados Unidos, digamos. Incluso aparecía la palabra “burbuja”. En fin: los analistas de la economía seguro que la veían venir. Para algo tienen siempre más y mejor información que vos y que yo. Sin embargo, Zanón, artista sensible, a su modo y vaya a saber uno cuánto tiempo antes, también se la vio venir. “El barrio hace rato que está harto. Los chicos, aburridos. Blancos, amarillos o negros. En eso sí que coinciden, mientras que los viejos no olvidan que, de un modo u otro, ellos también han sido estafados.”. Y retrató a sus víctimas —las de la crisis, no las de Zanón— porque, si hay algo seguro es que, de haber llegado a 2012, todos los personajes de este universo se contarían hoy entre los más golpeados.

En medio de este paisaje amenazador, barrio que asfixia y obliga, Zanón planta los personajes de esta historia urbana, trágica y negra. Epi Dalmau es el primero. Tiene un colega, el moro Tanveer Hussein. La amistad que los une es extraña. Más desde el momento en que Tiffany Brissette —bella inmigrante peruana, cejas tatuadas— deja de salir con Epi para empezar a verse con Tanveer. Nadie lo oculta, los tres se siguen frecuentando, y eso es lo raro. Epi sale de putas con el ultraviolento Tanveer, quien, mientras golpea a las chicas, le habla de cómo la ultraja también a Tiffany. De cómo ella lo disfruta, de cómo le pide más. Dado que Epi sigue enganchado con Tiffany, toda la situación es una bomba a punto de volarlos a todos. Y de hecho, la bomba explota en la forma de un martillazo: Epi se lo pega en la frente a Tanveer, la frente se hunde, Tanveer muere. Todo sucede en el bar de Salva, cuando se tocan el final de una noche química y el comienzo de un día de muerte.

Ese golpe feroz es el principio de una cascada de locura, en la que todos corren detrás de todos, arrastrándose hacia ese espiral que los hundirá en el final de la novela. Porque, se sabe desde siempre, nada va a terminar bien en este barrio. Epi se esconde, su hermano Álex —testigo del crimen, y no muy en sus cabales— lo busca. La policía también lo busca. Epi quiere encontrarse con Tiffany. Él tiene a Percy, el hijo de ella. Lo durmió con un calmante. Sabe que cuando Tiffany llegue para buscarlo podrá hablar con ella. Podrá explicarle quién era realmente Tanveer, y cómo fue que por amor él hizo lo que hizo.

Tarde, mal y nunca es una novela que merece todas las buenas críticas que le hicieron. Leela en cuanto puedas. Zanón diseña una trama ajustada y frenética y la narra con palabras de poeta. Una historia de amor que es tan trágica como universal. No importa si vivís en Barcelona, en el DF, en Buenos Aires o en cualquier gran ciudad de comienzos de siglo, es probable que su escenario —el famoso barrio— se parezca en algo al tuyo.

Lo que sí de verdad espero, querido lector, es que tu vida no se parezca en nada a la de los personajes que pueblan esta cruda y violenta historia.

3/12

2 comentarios:

  1. Son tantas las vías por las que me está llegando el nombre del autor estos días, que no puedo menos que tomarlo por una señal.
    En cuanto finalice con Sergio Bufano, seguiré con Carlos Zanón.

    Un saludo, y gracias por la información

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  2. Gracias por tu visita, Guido.
    Entrale nomás a la novela de Zanón. No te vas a arrepentir (yo ya tengo la segunda, "No llames a casa", en la lista de pendientes)
    Un saludo,

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