lunes, 23 de julio de 2012

Medidas de seguridad


Entonces suena un teléfono gris, con línea privada.
El señor Stein atiende el llamado.
Sólo una pequeña cantidad de personas conocen el número de ese aparato.
—Buenas tardes, señor Stein —dice la voz de un hombre.
—¿Quién habla?
—No importa mi nombre, señor Stein. Queríamos decirle que debe estar usted orgulloso de su hijo.
—¿Quiénes son ustedes? ¿Qué quieren?
—Marcos demostró entereza y valentía, señor Stein. Es un gran chico, muy bien educado.
—Mi familia no tiene nada que ver con esto. Déjenla en paz.
—¿Con qué no tiene nada que ver su familia, señor Stein?
Duda, durante algunos segundos, sin encontrar solución a sus propias palabras.
—No lo sé —dice después—. No sé qué quieren ustedes, pero no vuelvan a meterse con mi familia.
—Sabe que podemos hacerlo, señor Stein.
—Para qué, dígame para qué. Si no es dinero lo que pretenden no entiendo cuál es el sentido de estas amenazas.
—No son amenazas, señor Stein.
—Llámelo como más le guste.
—Las medidas de seguridad sirven, señor Stein, cuando se sabe para qué son necesarias. Y usted no lo sabe.
—No se preocupe por eso. Le advierto que les conviene dar por terminada esta aventura.
—No aceptamos advertencias de usted, señor Stein. Ya llegará el momento en que pueda comprenderlo. Es posible que logre demorarlo, pero mientras tanto no podrá proteger de la misma manera a toda su familia, señor Stein.
—No sé qué es lo que lograré demorar, pero en todo caso no es mi intención hacerlo. Quiero terminar esta historia cuanto antes, de una vez por todas.
—Pensamos, sin embargo, que todavía no es el momento oportuno, señor Stein. Hay mucha gente a su alrededor, demasiadas opiniones y consejos que no lo ayudan, en definitiva, para que usted pueda ver las cosas claramente.
—Sigo sin entenderlos… sin comprender cuál es el objeto de estas maniobras…
—Puede ser que alguna vez lo sepa, señor Stein.
—Escúcheme, por favor. Si buscan dinero podemos llegar a un acuerdo…
—Eso es un error, señor Stein. Buenas tardes.

(Juan Martini, El cerco – Tres novelas policiales, Buenos Aires, Legasa, 1985, pg 319)

No hay comentarios:

Publicar un comentario