lunes, 9 de septiembre de 2013

Cuando pasó el temblor

Tokio año cero, David Peace

Hay quien señala a David Peace como la voz más renovadora de la novela negra del siglo XXI. Yo le respondo: eso es quedarse corto por todos lados. ¿Cuál es el carril ultrarrápido por el que viaja este tipo, que los demás no lo vemos, no lo podemos seguir? ¿Entra la literatura que hace en algún género? ¿Es de verdad novela negra? ¿Es terror? ¿Es algo nuevo? ¿Drama criminal, novela negra psiquiátrica, neurocriminal?

De Peace vengo leyendo todo lo que cae en mis manos. Y aunque no sepa cómo clasificarlo, tengo claro algo: voy a seguir leyendo todo lo que el tipo escriba. Hoy ya no es necesario traerse sus libros de España o recurrir al formato digital: Roja & Negra pone esta novela, este viaje al infierno, al alcance de los lectores argentinos. De modo que, amigos, permítanme decirles que se acabaron las excusas. Peace ya está aquí: quien quiera leer, que lea.

El 15 de agosto de 1945, vigésimo año de Shôwa, como se conoce al período de Hirohito, los japoneses escucharon por primera vez la voz del Emperador. Pasados los temblores de Hiroshima y Nagasaki, Hirohito anuncia por la radio que la guerra ha terminado. Japón se ha rendido. El detective Minami escucha el discurso mientras trabaja en el escenario de un crimen. Una chica violada y asesinada. La policía militar acusa allí mismo a un viejo coreano. Es el día del dolor, el de la rendición. Es el día de la furia: la espada cae sobre un hombre inocente, lo entierran vivo.

Es el día cero. La hora cero. Bienvenidos a Tokio año cero.

Un año más tarde Tokio es un caos. No hay alimentos, ni medicinas, ni cigarrillos. Lo que hay es desesperación, moscas zumbando y olor a duraznos podridos. Son cadáveres. Como los dos que aparecen en el parque Shiba. El detective Minami lidera uno de los equipos de la Policía Metropolitana de Tokio a cargo de la investigación. Van a descubrir que el culpable es un asesino serial llamado Yoshio Kodaira. Van a descubrir que hay muchas otras víctimas de Kodaira. Lo van a terminar atrapando a Kodaira. Te lo digo así de una, a propósito. Si pensás que se acabó el misterio y que este libro no vale la pena, entonces dejá de leer esta reseña: Tokio año cero no es para vos. Si lo que buscás es la resolución de un misterio, mejor ahorrate este libro arduo. Cortá acá, volvé la semana que viene que te recomiendo alguna otra cosa y seguimos amigos.

En cambio, si sentís alguna curiosidad o simpatía por el riesgo; si estás dispuesto a meterte en la boca del lobo, el lobo que aúlla en el cerebro de Peace; si estás dispuesto a que se te llene el culo de preguntas, entonces Tokio año cero es el libro. Aunque lo mejor sería que sin perder un minuto lo agarres y lo leas, directamente, dejame que intente contarte por qué creo que estamos delante de una gran novela, de un autor fuera de todo molde. Será difícil, pero lo voy a intentar. Y espero que mi torpeza no sea un obstáculo: si ves que no te convenzo, por favor leélo igual.

David Peace es el mismo que en el Red Riding Quartet, pero mejor. Está más radical, más filoso, si cabe. Y vuelve a tocar obsesiones como las que transitó en aquella descomunal tetralogía. Por ejemplo, aquí también hay un asesino de mujeres. Aquí también el ámbito geográfico, los escenarios, ¡el clima! tienen peso narrativo. De la lluvia de Yorkshire al calor aplastante de Tokio, todo lo usa Peace para asfixiarte. Peace es especialista en construir universos —geográficos, sociales, psicológicos— asfixiantes. Un experto.

A un año de la rendición, la guerra ha seguido trabajando. En las calles de escombros, en las casas pauperizadas. En los mercados clandestinos, botín de bandas criminales. En los cuerpos de las chicas arrasados por el vencedor americano. Primer motivo para leer Tokio año cero: la escalofriante pintura de la devastación de Tokio, geografía asfixiante.

Todo tiene su importancia ritual en Japón: los zapatos junto a las puertas, las reverencias interminables, las rodillas, los tatamis, los altares. ¿Ha tenido la guerra algún impacto sobre el significado de estos rituales? ¿Sobre esa forma humilde y orgullosa de ser japonés? En un pasaje de la novela Minami lee un pergamino en la oficina de su jefe, “ese pergamino salpicado de sangre en el que hay escrito: «Es hora de revelar la verdadera esencia del país»”. Y su jefe lo ve y le dice: “No es momento de olvidar nuestras obligaciones. Ellas son nuestra esencia”. Segundo motivo para leer Tokio año cero: la sociedad asfixiante en la que la rigidez y las normas son las tablas a las que aferrarse para mantener a flote la dignidad. O para ocultar secretos.

Pero la guerra también ha seguido horadando las cabezas y corazones de los sobrevivientes. Minami siente culpa por haber sobrevivido. Culpa por estar con su amante y no con su familia enferma, abandonada bajo las bombas, muerta. El detective Minami, paranoico, adicto a los calmantes y transando con los mafiosos a cambio de información. Minami, obsesionado con Kodaira. Minami, para quien nadie es quien dice ser. Ni siquiera él mismo. Tercer motivo para leer Tokio año cero: un narrador vulnerable, un gran personaje asfixiado por los impactos de la guerra.

Inspirado en el caso real de un asesino que actuó en los primeros días de la posguerra, Peace —investigador obsesivo (*) que ha vivido mucho tiempo en Japón— construye una novela cuya estructura parece simple. Narrador en primera persona, tiempo presente, un desarrollo lineal de la historia. Los capítulos son días, todos en orden. No hay flashbacks. ¿O sí? ¿Qué es si no esa voz en itálica que va en paralelo a la historia y que resuena dentro de la conciencia de Minami? ¿Habla del pasado, del presente? El cuarto y más importante motivo para leer Tokio año cero es este: la escritura de Peace. Una escritura que desafía al lector. Con oraciones cortas, a la vez lacónica y lírica, la prosa de Peace es opresiva. Peace lleva al extremo el recurso de la repetición como mantra, las onomatopeyas como soundtrack del tormento interior de Minami. Una prosa musical que provoca, irrita, sacude al lector. Por momentos no es una lectura fácil, ya lo advertí antes: esto no es entretenimiento puro.

Esto es literatura que te va a dejar temblando.

Esto es David Peace.

Y ya está entre nosotros: quien quiera leer, que lea.

Traducción (excelente): Javier Calvo

8/13


(*): al final del libro, junto con un útil glosario, se incluye una extensa bibliografía para los lectores interesados, algo absolutamente inusual en una obra de ficción.

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