martes, 29 de octubre de 2013

¿Qué cuadro, Jack?

Cundo le llamó desde Glades el cuarto día, por la mañana. Foley estaba a punto de subir a la azotea.
—¿Qué te parece?
Foley dijo que era la casa con la que siempre había soñado.
—¿Te gusta, eh? ¿Has visto a Dawn?
—Todavía no. Acabo de terminar de contar las fotos que tienes de ella. ¿Sabes cuántas son?
—Le hice lo menos cien, tío. No podía parar.
—Treinta y siete, sin contar las que están pegadas en la pared, sin enmarcar, porque no te dio tiempo. Eres un tío importante, Cundo. He visto tus fotos con tus colegas de Hollywood. Incluso he reconocido a uno o dos. Pero Dawn sale sola en todas.
—Son fotos íntimas —dijo el cubano—. Las hago cuando percibo algún estado de ánimo especial.
—Cuando la veo en las fotos, tengo la sensación de que me está mirando.
—Eso es —dijo Cundo, al otro lado de la línea.
—Quiero decir que es como si de verdad me estuviera viendo.
—Sí. Sé lo que quieres decir: ella sabe que la estás mirando.
—Aunque sean fotos de hace siete años.
—Casi ocho. Tiene ese don, tío. Sabe que estás ahí. Verás, cuando le hago una foto, la miro a los ojos y noto que está pensando algo. Y cuando miro una foto, me pasa lo mismo. Cuando volvimos de Las Vegas no podía parar de hacerle fotos. Un día cogí una y le pregunté: «Cariño, ¿en qué pensabas cuando te hice esta foto?». Me imaginaba que haría una mueca y diría que cómo iba a acordarse. Pero no. Dawn dijo que no estaba pensando, que estaba sintiendo cuánto me amaba. Todos estos años sola, tío, y todavía me está esperando; todavía dice que me quiere. ¿Te lo puedes creer?
No, Foley no podía.
—No se puede pedir más —dijo—. ¿Cuándo empezaste a hacer fotos?
—¿No te acuerdas que te conté que el tío que me metió tres balas en el pecho, y que no me dio en el corazón por muy poco, hacía fotos? De negros en la iglesia, agitando los brazos. Un cementerio: la gente bajo la lluvia. Una judía vieja pintándose los labios. Joe LaBrava trabajaba en el Servicio Secreto, pero lo dejó y se hizo famoso haciendo fotos. Y entonces pensé: ¿Es así de fácil? ¿Ponerse a hacer fotos de la vida normal, de las cosas que ves todos los putos días, y con eso te haces famoso? Pero hasta ahora sólo he hecho fotos de Dawn.
—Son buenas —dijo Foley—. Y el cuadro también me gusta.
Y supo que había metido la pata cuando el cubano preguntó:
—¿Qué cuadro?

(Elmore Leonard, Perros callejeros, Madrid, Alianza Editorial, 2011, pág. 51)


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