jueves, 28 de febrero de 2013

El lugar que te corresponde


—Una ola —dice Boone— te coloca en el lugar exacto del universo que te corresponde. Supón que eres un engreído, que te crees el rey del universo; entonces sales allá afuera y la ola te da una paliza: te levanta, te echa abajo, te revuelca, te refriega por el fondo y te retiene allí un rato... Como si Dios te dijera: "Oye, alfeñique, cuando te deje volver a subir, toma una bocanada de aire y a ver si te puedes alejar de ti mismo un poquito". O digamos que estás depre, que sales y te sientes una mierda, como si en el mundo no hubiera lugar para ti. Sales y el mar hace que te deslices suavemente, como si solo fuera para ti... ¿Comprendes? Es como si Dios te dijera: "Bienvenido, hijo mío, esto es para ti y está todo bien". Una ola siempre te da lo que necesitas.

(Don Winslow, El club del amanecer, Madrid, Martínez Roca, 2012, pg 259)

martes, 26 de febrero de 2013

Mientras llega la gran ola


El club del amanecer, Don Winslow

Piensen en un amigo. Pero un amigo de esos de hace mucho, de toda la vida. El tipo con el que te fumaste el primer faso, o con el que te agarraste a trompadas allá lejos, cuando las tardes estaban hechas de fulbito sobre adoquines. El tipo que te llevó a casa cuando no te tenías en pie, el hombro en el que lloraste. Piensen en esa clase de amigo. De vínculo cicatrizado y resistente. Ese amigo.

Desde que escribió El poder del perro, Don Winslow es, para mí y para este blog, esa clase de amigo literario. Podrá escribir una novela extraordinaria como aquella, o una muy buena como El invierno de Frankie Machine, o alguna no tan buena como Vida y muerte de Bobby Z. No importa lo que escriba. Ni siquiera importa que Oliver Stone adapte Salvajes: voy a leer todo lo que pueda de Don Winslow, porque nuestra amistad literaria es así. Nada puede romperla. Como decimos por acá, “lo banco”. Y a Fresán, que fue quien me lo presentó en Roja&Negra, le debo una.

Dicho esto, se entiende que me haya hecho con un ejemplar de El club del amanecer. Y con él unas cuantas horas de entretenimiento puro.

Uno de los protagonistas de esta muy buena novela es Boone Daniels. Ex policía y actual detective privado, Boone tiene sus prioridades tan claras que dan un poco de envidia: primero el surf y los amigos, luego el trabajo. No tiene un peso, pero es feliz. Desayuna gratis en The Sundowner, a cambio de controlar a los borrachos en ese mismo bar por las noches. Por supuesto, debe meses de alquiler, pero su casero lo aguanta, porque Boone es un tipo querido.

Podría decir que los otros personajes de esta novela son sus amigos de El Club del Amanecer, una banda pintoresca que se junta todas las mañanas a montar olas en la rompiente de Pacific Beach, en San Diego. Después se cambian, se comen uno de esos desayunos inexplicables que comen los yanquis, y se van a trabajar, cada uno a lo suyo: la bella Sunny Day, David el Adonis, el Marea Alta, Johnny Banzai y el Doce Dedos. Una cofradía de la ola que, por estos días, se encuentra bastante excitada: en 48 horas llegará a la costa “la” ola. La gran ladera de agua, la “trituradora rugiente” con la que todos sueñan, y que aparece más o menos con cada cambio de gobierno. Se respira un ambiente de “ahora o nunca”…

Podría decirse que Petra Hall es otro de los personajes. Es abogada, y necesita la ayuda de Daniels para encontrar a Tammy, una estríper que tiene que atestiguar en un juicio y que desapareció misteriosamente. Hay que encontrarla urgente, antes de que lo haga el mafioso Dan Silver —dueño del bar en el que ella trabaja, y potencial perjudicado con el testimonio de la bailarina—, o Eddie el Rojo, traficante y amigo del propio Daniels. Y urgente porque, claro, se acerca "la" ola...

Podría decirse que todos ellos son los personajes que animan esta trama, y no estaría mal decirlo. Lo que sí estaría mal sería no mencionar al otro gran protagonista de esta historia: el surf. El surf como modo de vida, como original “contracultura”, hoy ya mercantilizada pero que aún funciona para la gente de a pie como forma de amistad, con los hombres y con el mar. Como en todas las novelas que le conozco, Winslow vuelve a ambientar su historia en esa triple frontera en la que se siente tan cómodo. La de California, México y el Pacífico. Geografía que resulta perfecta para esta historia que, a partir de la búsqueda de Tammy, se deriva a un entrevero de “espaldas mojadas” y prostitución infantil. Asunto este último, el del abuso de niños, que le pega mal a Boone, que le agita antiguos fantasmas de un caso mal resuelto.

Un Winslow en su mejor forma. Con su humor de siempre, apoyado en sus diálogos precisos, te va a llevar por la playa, te va a hablar de olas, de tablas y de técnicas. Te va a contar la historia del surf en el sur de California, y de la amistad que se sella arriba de las olas.

Y antes de que te des cuenta, mientras estés pensando en poner a los Beach Boys, vas a estar metido de cabeza en un policial duro y violento que no vas a querer soltar hasta que llegue la gran ola y los barra a todos.

Qué buen amigo este Don Winslow.

Traducción: Alejandra Devoto

2/13

lunes, 18 de febrero de 2013

Frío y prolijo


El guardián de los niños, Johan Theorin

Viéndolas desde este extremo sur, caliente y latino, sucio y desprolijo, no se puede evitar la conclusión de que ciertas cosas sólo pueden suceder en Suecia.
Intentá imaginar una clínica psiquiátrica ultra profesional, amurallada y distante, pero limpia y segura. Que aloje pacientes de diversa gravedad, y hasta asesinos seriales condenados. Que al lado de esa clínica funcione una guardería infantil para los hijos de los internos, en una especie de experimento que busca demostrar las virtudes del contacto entre padres (internos y "enfermos") e hijos (externos y "sanos"). Que en esa guardería pueda trabajar un joven maestro de niños. Un varón que educa, juega, cuida a los pequeños, incluso velando por ellos durante las noches. ¿Intentaste imaginar todo eso?
Bien: estás imaginando Suecia.
La progresista y moderna Suecia, el paradigma del estado de bienestar. Un lugar distante, en el que todo es tan civilizado, moderno, limpio y prolijo.Y frío. Bienvenidos a Suecia. Y bienvenidos a la literatura de Johan Theorin, donde todo es tan... sueco.
El protagonista de El guardián de los niños es Jan Hauger. Jan es un joven algo tímido, que está llegando a la treintena, y se muda a la sureña ciudad de Valla para emplearse como maestro en una guardería infantil. Es una guardería especial: funciona en la clínica psiquiátrica Santa Patricia, o Santa Psico, como la llaman los lugareños. Al llegar lo entrevista el enigmático doctor Högsmed, perfecto director para el misterioso instituto. Jan es aceptado y comienza a trabajar. Parece feliz entre los niños de Calvero (ese es el nombre de la guardería: Calvero, un claro en el bosque). Enseguida demuestra que puede ser un docente capaz y responsable.
Pero claro, tal como parece decirnos no sólo Johan Theorin sino toda la novela negra nórdica —empecinada en mostrarnos las imperfecciones del lugar perfecto—, nunca nada es lo que parece. Mucho menos en un lugar tan idílico. Muchísimo menos en Suecia, el estado del aparente bienestar, el lago de superficie calma y fondo turbulento. Pareciera que para vivir en un lugar (en una sociedad) así, siempre hay que esconder algo. Y Jan no es la excepción, pues oculta ciertos episodios de su pasado.
Es que Jan tiene antecedentes profesionales que lo inhibirían para este trabajo en Calvero. En concreto, la desaparición de un niño bajo su responsabilidad en otra guardería, unos nueve años atrás. También, ya que estamos, ocultó su propio paso por un psiquiátrico durante la adolescencia, luego de un intento de suicidio. Allí conoció a Alice Rami, una chica sensible, triste y dark, que lo fascina y lo enamora y con la que sellará un pacto que marcará su vida en adelante. Toda su vida: desde la desparición de aquel niño hasta su elección de Calvero y Santa Psico. Toda una vida marcada por Alice Rami.
Alternando flashbacks de aquellos dos períodos de la vida de Jan, y entre los túneles lúgubres, algunos de ellos secretos, que comunican Calvero y Santa Patricia, transcurre esta historia que es más un thriller que una novela negra. El clima helado, las noches largas, los pasadizos a oscuras, el misterioso personal de la clínica, los compañeros de Jan. Todos son elementos que contribuyen a lo mejor que tiene esta novela: esos momentos de un terror bien logrado.
Porque por lo demás es otro frío y prolijo producto nórdico. Habrá lectores que valoren sus vueltas de tuerca, sus bien administrados momentos de tensión, la dosificación de la información del pasado de Jan. No lo dudo. Pero a mí me aburrió un poco. Comienza lenta, nórdica, con un personaje con el que es imposible empatizar. Jan es sensible, pero un poco tonto, la verdad. Tal vez bienintencionado, sí, pero algo ingenuo. La narración crece en velocidad recién cuando se acerca el desenlace, que pretende redimirlo a Jan. Y aunque tal vez lo haga, no me resultó en absoluto satisfactorio. Desde luego, me guardo los detalles para no revelar nada del final (inesperado, por cierto)
Quienes se interesen por un thriller "de locos", correctamente escrito, con “sorprendentes” giros de la trama, y aquellos a quienes les atraigan las historias ambientadas en ese otro Universo que es Suecia (geográfico, social, cultural: otro Universo), van a disfrutar de esta novela. Yo, para historias de locos, me quedo con Shutter Island de Dennis Lehane.

Traducción: Carlos de Valle


2/13

lunes, 11 de febrero de 2013

La Gran Bestia Negra


El asesino de las vírgenes negras, Andreu Martín

Cuando un músico o una banda saca un nuevo álbum que evoluciona respecto de su producción anterior uno lee en las críticas esa especie de lugar común que celebra la “capacidad de reinventarse a sí mismo, una y otra vez a lo largo de su carrera”. Siempre me llamó la atención que esta capacidad no se celebre de igual manera en otras formas del arte. Muy rara vez en la literatura. Menos aún en la literatura de género: el panorama está plagado de autores que se repiten hasta el cansancio, poco más que limitándose a cobrar los beneficios del trabajo esclavo de sus extenuados detectives (tal vez se trate de una característica de este querido género negro: los lectores pedimos más de lo mismo, nos encariñamos con los personajes… en todo caso, es un tema para otra nota, no esta). Como sea, decía, no es habitual ponderar esta capacidad de reinvención en los autores del género. Y yo creo que no es justo pasarlo por alto. La clave de todo está en la palabra “riesgo”: hay autores (artistas) que se arriesgan a salirse de un molde de éxito seguro. Van más allá de la frontera, a probarse en nuevos terrenos.

Es fácil afirmar que Andreu Martín es uno de esos artistas. Además de su monumental aporte al género negro —a esta altura fuera de cualquier discusión— su obra incluye guiones de cómics, cine y TV, literatura erótica, novela histórica, teatro, y hasta un libro de ayuda para escritores en formación. No obstante, a quien aún le queden dudas, podrá convencerse cuando lea El asesino de las vírgenes negras.

Aun cuando se la inscribe dentro de su producción de género negro, en El asesino de las vírgenes negras Andreu Martín explora tópicos que están en las afueras del núcleo temático del género. Por ejemplo, se mete con la habitual materia prima de la fábrica de best sellers montada alrededor del filón “Código Da Vinci”. Sectas, iluminados, documentos secretos y comprometedores, ¡oh, el hundimiento de la Iglesia Católica! Pero, claro, portador del gen negro en su ADN, lo mezcla con un asesino serial y con una galería de policías, prostitutas, mafiosos y locos que pueblan una Barcelona enloquecida, lista para recibir el Fin del Mundo. Hay que decirlo: en cierta forma, EAVN no es la novela típica de Andreu Martín. Lo que no es una mala noticia en absoluto: sigue siendo una gran novela de Andreu Martín.

En el lluvioso invierno barcelonés, un grupo de masones está siendo diezmado por un asesino en serie. Los cuerpos son encontrados formando parte siempre de una puesta en escena cuidadosamente macabra: un masón junto con una prostituta —cadáveres con diferente fecha de defunción—, en poses sexuales. Y dentro de los cuerpos de las chicas, una imagen de la Virgen Negra, Nuestra Señora de Montserrat.

El inspector Torrero —crisis matrimonial en curso, enganchado con una prostituta de la Rambla del Carbón— es el encargado de investigar los crímenes. Lo ayuda la eficiente Martina Sanz, especialista en sectas. No tardarán en enredarse en una trama alucinada en la que aparecerán los masones de la logia en peligro, un decadente periodista pulp cuyo sueño es entrevistar a un asesino serial, un policía infiltrado y sospechoso de corrupción, otro que está dispuesto a vender su alma al Demonio, un sacerdote satánico, representante del mismo Demonio, un loco moribundo, matones turcos, mafiosos de Europa del Este.

Es una pequeña multitud de personajes, está claro. Andreu Martín es un inventor de personajes memorables, y aquí no se queda atrás. Los dota de una humanidad que, en esta novela, se hace patente en un aspecto común a todos ellos (¿tal vez común a los tiempos que corren, a la ciudad en la que viven?): todos tienen un grado de locura.

Y ese grado de locura —la del propio asesino, la de los policías Torrero y Paco Rincón (platónicamente enamorado de una escultural porno star), la de los masones y la del comisario Mombuey, ávido por transar con Lucifer— es el que infecta la trama y las subtramas, al punto que las vuelve arduas y confusas por momentos. Es la demencia que sobrevuela esta Barcelona afiebrada y apocalíptica, que parece a punto de volar por los aires. No lo olvidemos: estamos en los días del Fin del Mundo.

Y hablando de días, sospecho que no es casual que Andreu Martín nos entregue esta novela absolutamente desmesurada y ambiciosa justo en tiempos de crisis feroz, de verdadera enajenación colectiva. Tampoco que lo haga en la forma en que lo hace: editándola a un precio accesible en formato digital (*) sin protección, a través de la interesante editorial sigueleyendo.es. Con un click acá, y por lo que cuestan un par de cañas/birras, te la podés descargar a tu ordenador/compu.

Y a leerla ya, que se acaba el mundo.
2/13

(*): se ha dicho que El asesino de las vírgenes negras es la primera novela que Andreu Martín edita sólo en digital. Según entiendo esta afirmación es inexacta, pues en 2012 apareció La vida es dura, publicada exclusivamente en ese formato. Está disponible en la web del autor, pinchando aquí.

viernes, 8 de febrero de 2013

Trapitos


Recorrí lentamente las calles de la Cuarenta a la Cincuenta hasta encontrar lo que buscaba: un lugar para aparcar, con vigilante. Un chico negro, musculoso, que no me miró ni se movió cuando me acerqué. Todavía no era de noche, pero ya vestía su uniforme de trabajo: zapatillas verdes con suelas doradas y franjas de gamuza, pantalones verdes, camiseta a rayas verdes y doradas y gorra de lana con un gran pomón amarillo. Gruesas muñequeras con remaches de bronce. Al ver que me acercaba exhibió los bíceps, pero dejó de hacerlo y flexionó los músculos de las piernas: seguro que pensó que era poli.
Saqué un billete de veinte, lo rompí en dos, le ofrecí una mitad:
—Que nadie se acerque al auto durante un par de horas, ¿entendido?
Cogió el medio billete y asintió. Sonreí para indicarle que en el auto no había nada que valiera más de veinte dólares, lo miré sin dejar de sonreír hasta que su cara se me quedó grabada y me alejé sin mirar hacia atrás: el sobreviviente hace lo que puede. Esto me estaba saliendo caro, pero me esperaban mil dólares.

(Andrew Vachss, Bajos fondos, Barcelona, Martínez Roca, 1988, pg 38)