domingo, 29 de diciembre de 2013
II Reto Cruce de Caminos Negro y Criminal
El amigo David, del blog Cruce de Caminos, vuelve a convocar a lectores y blogueros para la edición 2014 del Reto. Se puede leer las reglas y los loables objetivos del Reto acá, pero en pocas palabras consiste en escribir reseñas de novelas negras y subirlas a tu blog.
Con la idea de llevarme algún premio, pero especialmente para contactar más y nuevos lectores, y compartir el interés por el género, es que vuelvo a anotarme/apuntarme este año.
Así que, si te das una vuelta por esta misma entrada, te vas a encontrar aquí con los enlaces a las reseñas de las —esperemos— muchas y buenas novelas para el año que comienza.
1- LA LLUVIA DE NEÓN, (RBA Libros, 2012), James Lee Burke, (7/10)
2- EL PATO MEXICANO, (RBA Libros, 2013), James Crumley, (8/10)
3- CHAU, PAPÁ, (Punto de encuetro, 2013), Juan Damonte, (8/10)
4-THE BLACK BOX (Grand Central Publishing, 2013), Michael Connelly, (7/10)
5-PERDIDA (Mondadori, 2013), Gillian Flynn, (7/10)
6-QUE EN VEZ DE INFIERNO ENCUENTRES GLORIA, (Punto de Encuentro, 2013), Lorenzo Lunar, (7/10)
7-EL CASO COLLINI, (Salamandra, 2013), Ferdinand von Schirach, (8/10)
8-LA LUNA DE LOS ASESINOS, (Espasa, 2003, publicación original 1974), Donald E. Westlake, (7/10)
9-EL REGRESO DE DRIVER, (RBA Libros, 2013), James Sallis, (7/10)
10-EL HOMBRE DE NIEVE, (Akal, 2009), Jörg Fauser, (7/10)
11-CIEN AÑOS DE PERDÓN, (Versátil, 2013), Claudio Cerdán, (7/10)
12-EL DIABLO A TODAS HORAS, (Libros del Silencio, 2012), Donald Ray Pollock, (9/10)
13-BARES NOCTURNOS, (Edebé, 2009), Juan Madrid, (7/10)
14-MI ÁNGEL TIENE ALAS NEGRAS, (La Bestia Equilátera, 2013), Elliott Chaze, (8/10)
15-GALVESTON, (Scribner, 2010), Nic Pizzolatto, (6/10)
16-MÁTALOS SUAVEMENTE, (Libros del Asteroide, 2012), George V. Higgins, (9/10)
17-NOCHES SIN LUNAS NI SOLES, (Punto de Encuentro, 2013), Rubén Tizziani, (7/10)
18-YO FUI JOHNNY THUNDERS, (RBA Libros, 2013), Carlos Zanón, (7/10)
19-YIBUTI, (Alianza, 2013), Elmore Leonard, (8/10)
20-CUCHILLADA EN LA OSCURIDAD, (Júcar, 1991), Lawrence Block, (8/10)
21-ESTOKOLMO, (Criatura Editora, 2014), Gustavo Escanlar, (8/10)
22-EL TERROR DE VIVIR, (Plata Negra, 2011), Urban Waite, (5/10)
sábado, 28 de diciembre de 2013
La canción del Muertito
Yo canto. Aunque los grandes no me vean, los estoy viendo.
Y canto. Aunque no crean que existo, estoy acá. Aunque no quieran oírme, yo
canto. Canto las cascaritas de las lastimaduras, los huesitos quebrados. Y
todos los chicos me escuchan. Me escuchan en las noches de viento. Porque el
viento lleva mi canto entre los árboles y de techo en techo. Mi voz se filtra a
través de los postigones y las puertas cerradas. Sana sana, un carajo. Mi
canción es un aullido de rabia. Y el único que me escucha no es, como dicen
algunos, Camilo. Me escucha Lorena y me escucha Kevin. Me escucha Adrián y me
escucha Mechi. Todos me escuchan. Las nenas y los nenes. Los que tienen miedo
de noche y con motivo. Porque lo grandes los van a dañar. Hay veces que canto
toda la noche. Entonces los chicos abren los ojos en la oscuridad y repiten
bajito mi canción. Alguno quiere levantarse y hacerlo ahora. Pero yo les canto
que todavía no, que falta para la luna llena. Y que cuando en la noche se vea
como un día azul lo voy a llamar a todos. No falta mucho. Ya le voy a avisar. Esa
noche, en puntas de pie, sigilosos, mientras las mamás y los papás, las abuelas
y los abuelos, las tías y los tíos duermen, ustedes van agarrar un cuchillo de
cocina, una tijera, un martillo, un revólver, una lata de kerosene y harán lo
que dice mi canción. Escuchen. Escuchen mi canción. La canción del Muertito.
(Guillermo
Saccomanno, Cámara Gesell, Buenos
Aires, Planeta, 2012, pág. 386)
viernes, 27 de diciembre de 2013
Ser comprensivos
Si le preguntás a cualquiera te va a responder lo mismo:
que vino acá porque quería empezar de nuevo, que acá está el mar que purifica,
y que acá, a pesar de lo que se dice, nos conocemos todos. Nuestros defectos se
ven de cerca. Como con lupa. Pero también las virtudes. De acuerdo, nos maneja
un abogado corrupto, vinculado con el poder, pero también ayudó a cuántos que,
sin sus influencias y enjuagues, habría terminado endeudado o preso. De acuerdo,
nuestro intendente es un corrupto, pero cuántos les tiró un puesto y los sacó
de la malaria, a cuántos les arregló una licencia del negocio, a cuántos les
apuró un trámite o les consiguió una cama en el hospital. Vos me dirás que un
constructor destruyó el bosque para levantar esas torres que fueron y son un
negocio inmobiliario, pero considerá a cuántos bolivianos y peruanos les dio
laburo. Que los policías que tenemos ahora no son mejores que los anteriores,
de acuerdo, pero apenas llegaron le metieron bala a un par de chorritos y
calmaron a los cabezas del asentamiento por un rato. Que el cura nuevo también
puede voltearse una feligresa, puede ser, pero cuántas almas alivió con un
perdón, un rezo, una extremaunción. Vos me dirás que la necesidad tiene cara de
hereje y que por eso hacemos la vista gorda. Y yo te digo que nunca sabés cuándo
tenés que acudir a uno que despreciás y entonces, si el otro te hace un favor y
te saca del problema, qué. Hay que ser más comprensivo. Si algo nos distingue es
esto: somos comprensivos. Por eso le abrimos los brazos al que llega.
(Guillermo
Saccomanno, Cámara Gesell, Buenos
Aires, Planeta, 2012, pág. 364)
jueves, 26 de diciembre de 2013
Despierta la Villa
Suena el despertador. Dante abre los ojos: hora de
levantarse. En la efeme Silvina Prieto, la locutora, informa la hora, la
temperatura, la humedad y anuncia el próximo tema musical: Hoy puede ser un gran día, canta Serrat. Cachito Calderón debe
estar levantándose para ensayar su defensa de la licitación trucha de la red
cloacal ante el Concejo Deliberante. Alejo Quirós ya está montando la bicicleta
fija. El padre Azcárate se ceba el primer mate. El comisario Frugone recorre
los calabozos y mira el reloj contando lo que le falta para entregar la guardia.
Dobroslav, nuestro Speer, arranca la 4x4 y encara hacia su gran obra: las Torres
del Paraíso. Pedroza es el primero llegar a la cementera y toca bocina para que
el sereno le abra. El viejo Neri se sirve una taza de café negro, se pone el
traje negro, se ajusta el nudo de la corbata negra y después sale hacia su casa
de sepelios. Pedroza, el de la cementera nueva Pompeya, se encuentra en Poker,
el bar frente al Provincia, con Cabrera, el supermercadista, dos camioneros,
piratas de la falto. Norita se despereza: todavía le queda media hora para
entrar al aserradero. Apenas canta el gallo Malerva sale a la galería y
contempla el cielo rojo acordándose de sus noches de farra cuando, esta hora,
decidía qué chica del Tropicana se llevaba a la catrera. Martínez, en el Aeroclub,
aunque no hay un vuelo hace tanto, está en su puesto de la torre antes de que
amanezca. El doctor Uribe no termina de salir de la ducha que ya está sonando
el celu: un tiroteo en La Virgencita, hay dos pibes baleados esperándolo en
terapia intensiva. Como no pudo pegar ojo en toda la noche, Moni prende un
porro a ver si ahora, con la energía del amanecer, le viene ese verso que
persigue hace días. Dante se sienta en la cama, mira la hora, mea y vuelve
acostarse, otro rato siendo fiaca. Campas quiere retener a Anita para echarse
un mañanero, pero Anita lo aparta: tiene que apurarse para llegar a la Media.
Orellana acelera la moto: no le gusta que lo sorprenda el amanecer haciendo el
delivery de frula. En La Virgencita todavía hay cumbia en la casa de los Reyes:
festejan el asalto a una relojería de la 3, rajaron antes que cayeran los ratis.
Fournier toma un café fuerte, acomoda las acuarelas y el block en la mochila y
sale de su cabaña. Rosita se despertó con un sueño erótico que derivó en una
pesadilla horrible: estaba en un palacio árabe, tenía un harem con varios
hombres, estaba gozándolos a todos y cada uno a la vez cuando se apartaba una
cortina y un bebé que la miraba serio. Rosita se deshace de sus amantes, corre
hacia el bebé y cuando relevante en brazos está muerto. Despierta, se abraza a la
espalda peluda de Dicky y llora en silencio. Qué pasa, amor, le pregunta Dicky.
Nada, le dice, nada. Estoy tan sensible con la espera, dice.
(Guillermo
Saccomanno, Cámara Gesell, Buenos
Aires, Planeta, 2012, pág. 139)
martes, 24 de diciembre de 2013
En el Moby
Cero originalidad del nombre del boliche: Moby Dick. Para
los de acá, Moby. Está sobre la playa. Una construcción de madera sobre pilotes.
En temporada, durante el día, es el bar del balneario del mismo nombre. Un
lugar de movida. Por las noches, restaurante y pub. A partir de abril, cerrado
durante todo el día, abre clandestinamente sólo para unos pocos, los timberos.
Aunque esta clandestinidad es relativa. Quién no sabe que acá se juntan los merqueros
perdidos, los que son capaces de jugarse en una mano de poker, además del auto,
la casa, y quedarse con la familia en la calle. Por las noches, Moby es una de
las pocas luces tenues que se ven en la playa, una fosforescencia amarilla en
la bruma, y está abierto para el que necesite una conversación, un whisky y,
con suerte, un cuerpo para arrastrar a la cama en esta época de sudestadas, el
mar y su oleaje rabioso, el vendaval que amenaza con voltear árboles, arrancar
postigones y levantar techos.
Aceptando la presunta discreción que te pide un borracho
acodado en la barra podés enterarte de todo. Cuernos, lo más común. Afanos. Estafas.
La verdad de un crimen. El porqué de un suicidio. Previsible, de acá surgieron
muchas versiones sobre el caso de los abusaditos. Ninguna igual a la otra. Por
supuesto, también los tejes y manejes de los Kennedy, los piolines que no paran
de mover. A que no sabés a quien jodieron ahora. A la naturaleza. Están embretados
en la tala en el bosque para levantar un par de torres gemelas. Y como Alejo es
asesor de la Municipalidad, Cachito, el intendente, le va hacer caso y pondrá
el gancho del proyecto. Me cago en la ecología.
Bienvenido al vientre de la ballena. Qué vas a tomar.
(Guillermo
Saccomanno, Cámara Gesell, Buenos
Aires, Planeta, 2012, pág. 59)
viernes, 20 de diciembre de 2013
Un lugar en el mundo
Cámara Gesell, Guillermo Saccomanno
¿Cómo
contar algo original acerca de este libro? ¿Se puede agregar más a todo lo que
se viene diciendo en las reseñas, en la web? Hay tantas y tan buenas que es
mejor descartar toda pretensión de originalidad, y limitarse a agregar una
entrada en esto que, después de todo, es bitácora de lecturas. De buenas
lecturas.
Cámara Gesell es un Saccomanno puro. Y
un Saccomanno feroz. Muy enojado. Furioso. A decir verdad, no muy distinto al
Saccomanno de siempre. Pero este libro es el equivalente literario a unos
borcegos pateándote las costillas, la cabeza. Sí, claro, pensás que exagero. Probá
a esconderte en un rincón de tu librería amiga y leerte el primer, llamémoslo
así, “capítulo”. No es largo, como no lo es ninguno: una página o dos nomás. A
ver si te bancás que una voz que aún no conocés te llame “hipócrita lector”.
Que te agarre de la nuca y te hunda la cara en el barro, para que huelas lo que
te espera más adentro. En las calles, en los bosques, en las playas de la
Villa. Más adentro de esta visita guiada al infierno.
Saccomanno
destila ira. Vuelca veneno en estas páginas. Un veneno que sacude y golpea y
altera al lector. Al menos a este lector, que agradece. Y no creo que ese bienvenido
veneno tenga mucho que ver con que Saccomanno lleve veinte años viviendo en
Villa Gesell. Ni que tenga que ver su furia con que haya estado a punto de
perder este trabajo cuando un chorro se llevó su notebook, con cinco años de
laburo adentro. No creo que tenga nada que ver con eso.
Porque
si bien la Villa, el pozo podrido que miramos en esta cámara Gesell literaria, es la villa homónima, Saccomanno la usa
para hablarnos de cualquier otra villa, de cualquier ciudad, de este país, del
mundo entero. Eso es lo inquietante, lo que aleja enseguida cualquier
posibilidad de una lectura de este texto como crónica o escrache de un lugar
específico, y le otorga valor universal. En ese relato amplio, del hombre y sus
miserias, es donde le sale todo el enojo a Saccomanno, la bronca que necesita
para pintar así un mundo así. Pero, ojo:
Saccomanno no es un punkito rebelde y contestatario, tribunero, que escribe
historias sórdidas para tirarle un huesito a la bestia morbosa que todos
llevamos dentro, para que lo mastique un poco y lo escupa al ratito, aburrida.
No: Cámara Gesell es mucho más que
historias sórdidas —engaños, adulterios, violencia doméstica, adicciones,
suicidios—, mucho más que crímenes —asesinatos, abusos, bebés quemados,
violaciones xenofobia—, mucho más que novela negra —corrupción, maldita
policía, manipulación de medios de comunicación—: es una formidable pintura de este
infierno que habitamos. A propósito de pinturas e infiernos, en la página 162
se hace una mención al famoso cuadro del Bosco, “El jardín de las delicias”.
Bastante antes de llegar a ese punto, el texto ya me había llevado a pensar en
esa obra genial (*). Por otra parte, siendo que uno de los personajes que
atraviesa todo el libro, el del periodista a sueldo de los poderosos y viejo
discípulo de Walsh, se llama Dante, la idea de la Villa como el infierno del
florentino también surge enseguida. Referencias obvias, sí, pero también
elecciones conscientes del autor, que conectan el espíritu de esta novela con
el de aquellas obras enormes.
Saccomanno,
quien ha dicho que “esta novela no la escribió, sino que la escuchó”, logra
transmitir una oralidad brutal. Con esa prosa chamuyada —que da cuenta de su oído agudo—, de monólogos de bar o
chismes de peluquería, los narradores le hablan
al lector, lo incorporan a la historia. Podría decirse que lo arrastran al otro
lado del cristal divisor sobre el que funciona el artefacto cámara Gesell,
cuestionando permanentemente su lugar pasivo, intercambiando a la fuerza los
roles de observador y observado, incomodándolo. Lo cierto es que en esos
chismes o en la forma de noticias o anuncios del periódico local, Saccomanno va
hilvanando su fresco con relatos cortos, algunos de ellos perfectos
microcuentos. Construyendo un universo con cientos de personajes cuyas
relaciones desafían la atención del lector.
Paseo
aterrador por una topografía del mal, ese “pueblo que es representación del
infierno”, al cerrar Cámara Gesell
queda la sensación de haber terminado un libro destinado a crecer con el
tiempo, a convertirse en clásico. Premios y grandes ventas aparte, ojalá que este libro también ayude a entender qué
pedazo de escritor tenemos en Guillermo Saccomanno. Alguien que transita los
géneros populares, pero con un bagaje fenomenal de alta cultura, que lleva una
riquísima carrera narrando su visión del mundo, alguien consecuente con sus
ideas y respetuoso de su oficio.
12/13
(*) Es más: veía en “el Jardín de las delicias” un buen
título para esta reseña, hasta que supe que Figueras en el Radar Libros ya le había dado un mejor uso.
domingo, 15 de diciembre de 2013
Fruta sin jugo
Las cinco de la
mañana en el reloj del buró, las ocho de la noche en su inconsciente crispado.
Un tropel de imágenes le hizo pensar que era mejor enfrentar al terapeuta. Le
llamaría al regresar. Fue al baño, ¿y si le marcaba a Gris y se largaban de una
buena vez? Podrían desayunar en el Playa o en el Shrimp Bucket. No lo consideró
prudente. Vio su rostro demacrado, su barba algo crecida pero no tenía ánimos
de afeitarse. Los lunes son así, un tobogán al vacío, una fruta sin jugo.
(Élmer Mendoza,
Balas de plata, Buenos Aires,
Tusquets Editores, 2008, pág. 91)
Suscribirse a:
Entradas (Atom)