miércoles, 30 de julio de 2014

Naomi Watts

—Me imagino sentada en el despacho del ejecutivo de un estudio. Tiene mi guión delante. O una adaptación.
—¿Cómo se titula?
Yibuti. Querrán cambiarle el nombre. Dirán que los nombres extranjeros no funcionan.
—Como Casablanca —señaló Xavier—. Si no les gusta Yibuti, puedes hacerlo en plan indie. Busca un ricachón al que le gustes tú o el guión para que te financie proyecto. Billy Wynn. Ahora estará en su yate de dos millones pensando en la misma película que nosotros. Viéndose como protagonista.
—Helene dice que se ha enamorado de ella. La pobre se está dejando la piel en su papel de marinero. Ojalá lo consiga.
—A ese tío le encanta el cine. Pídele pasta y dile que sea tu productor.
—Ya sabes lo que tengo en mente —dijo Dara—. Escribir el guión y enseñárselo al ejecutivo de algún estudio. Me dirá: “Me lo he pasado muy bien leyéndolo. Es la bomba. Tiene lo que hay que tener. Pero ¿dónde está el trasfondo? No se explican las motivaciones”. Y añadirá algo así como: “Le falta verosimilitud”.
—Dile que no sabes qué significa eso y lárgate. Busca financiación independiente y a una chica como Naomi Watts para el papel de directora de documentales que acaban convirtiéndose en películas.
—¿Crees que me parezco a ella?
—Naomi se te puede parecer. Nunca sobreactúa. ¿La viste en Happy Time? No puedes dejar de mirarla.
—Se pasa la mitad de la película en bragas.
—Aunque hiciera de monja, no podrías dejar de mirarla. El chico que hace que Naomi se desnude en esa película es homosexual. De lo contrario se habría abalanzado sobre ella. ¿Te imaginas a otra actriz en ese papel? ¿A alguna que le gustara estar en bragas? Les habría obligado a cambiar el final. Naomi no. Por su nombre encima del título, Yibuti. ¿Sabes qué significa Yibuti?
—No tengo ni idea —dijo Dara.

(Elmore Leonard, Yibuti, Madrid, Alianza, 2013, pág 208)


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