Demonio es rara. Hace de todo, no tiene ningún problema
para coger ni para robar ni para transar. Pero no puede hablar de esas cosas.
En vez de decir “estaba chupándole la pija al Seba”, te va decir “tenía la boca
ocupada”. En vez de decir “hicimos una transa de dos gambas”, te va decir,
solamente, “salió aquello”. Jamás va a decir que afanó algo, a lo sumo te
explica que “lo pidió prestado”. Mi vieja igual: no decía “cáncer de ovario”,
decía “algo malo allá abajo”. Nunca dijo que Pochito era puto. Para ella era “divino”.
En la época de mi vieja, para decir que alguien cogía con alguien se decía “andan
juntos”. Ahora se dice “están saliendo”. No entiendo por qué la gente le tiene
tanto miedo a las palabras. Por eso, como dice el Seba cuando cita a Verdaguer,
es mucho mejor cuando uno sabe pocas palabras, así no recurre a sinónimos
boludos. Cagar es cagar. Nada de ir de cuerpo, ni de defecar, ni de hacer sus
necesidades. Ni de popó. El uso de sinónimos te da idea de la clase social de
la gente: cuantos más usan, más estirados son. O más cagones.
(Gustavo
Escanlar, Estokolmo, Montevideo,
Criatura Editora, 2014, pág 67)
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