domingo, 30 de agosto de 2015

Diario de Kay Lake

He empezado este diario movida por un impulso. Una escena extraordinaria se desarrolló cuando yo estaba sentada en la terraza de mi habitación independiente. Dibujaba la vista del lado sur y oí abajo, en el Strip, un retumbo de motores. Inmediatamente me levanté y anoté la fecha y la hora exacta. Presentí lo que ese retumbo presagiaba, y no me equivoqué.
Una fila de vehículos blindados avanzaba estruendosamente hacia el oeste por Sunset, objeto de una enfervorizada atención y acompañada de aplausos. Esa legión tardó diez minutos largos en pasar. El ruido era atronador, los vítores más aún. La gente paraba el coche para salir y saludar a los jóvenes soldados. Eso desbarajustaba la circulación, pero a nadie parecía importarle. Los soldados estaban encantados con semejante demostración de respeto y afecto. Agitaban las manos y lanzaban besos; cinco o seis camareras del Dave’s Blue Room salieron corriendo y les entregaron cajas de bebidas alcohólicas. Alguien exclamó: «¡Estados Unidos!». Fue entonces cuando lo supe.
Se avecina la guerra. Voy a alistarme.
Siempre hago lo que digo que voy a hacer. Expreso formalmente mi intención y actúo a partir de ese punto. Voy a escribir en el diario todos los días hasta que el actual conflicto mundial concluya o el mundo vuele en pedazos. Abandonaré mi cómoda existencia y solicitaré destinos oficiales cerca del frente. Ahora llevo una vida de diletante. Mi compulsiva dedicación artística al dibujo es el intento de capturar realidades confusas de una colegiala. Mis estudios de piano y mi creciente destreza con los nocturnos más sencillos de Chopin son para mí un impedimento en la búsqueda de una verdadera causa. Esta encantadora casa no mitiga en modo alguno mi desazón psíquica; la indulgencia de Lee Blanchard más que nada me desconcierta. Este diario es una invectiva contra la pasividad y el desasosiego.
Siempre me he sentido superior a mi entorno. Esta casa es una clara prueba de ello. Yo elegí todas las reproducciones de expresionistas alemanes y todos los muebles de madera clara. Soy una pueblerina de Sioux Falls, Dakota del Sur… y una arribista de gran talento.

(James Ellroy, Perfidia, Barcelona, Penguin Random House, 2015)


No hay comentarios:

Publicar un comentario