La ciudad y la ciudad, China Miéville
Sin ser lector habitual de ciencia ficción o fantástico, mantengo
el interés por dos autores británicos contemporáneos. Uno es M. John Harrison y
el otro es China Miéville. Grande fue mi sorpresa cuando encontré un libro de
este último en la sección de “policiales” de una librería porteña. Lo primero
que pensé fue en un error de clasificación de algún librero novato. Leí la
contratapa y, en cuanto pude sobreponerme al bizarro comentario que mezcla a Philip
K. Dick, a Chandler y a Kafka en una improbable genealogía, decidí darle una
oportunidad.
La ciudad y la
ciudad relata la investigación de un asesinato. La lleva a cabo el
inspector Tyador Borlú, también narrador. La acción comienza en la ciudad de
Besźel, en algún lugar del este de Europa, en uno de cuyos suburbios aparece el
cadáver de una chica. La hipótesis inicial de que se trata de una prostituta local
es reemplazada enseguida por otra de implicancias mucho, muchísimo más
inquietantes: la víctima vivía en otra ciudad, en Ul Qoma. ¿Qué tiene esto de terrible?
Veamos.
Besźel y Ul Qoma, las dos ciudades del título, son las
verdaderas protagonistas del libro. Rivales y hermanas, no son solamente
vecinas sino que en muchas zonas hasta comparten el mismo espacio físico. Son sus
zonas entramadas. Sin embargo, los
habitantes de una y otra no pueden relacionarse. Vestidos con modas distintas,
hablando besź e ilitano, no pueden siquiera verse, aunque pasen a
centímetros mientras caminan por una calle que “topordinariamente” es única
pero que, por supuesto, tiene nombres y arquitecturas distintas en Besźel y en Ul
Qoma. Esta extraña superposición, que poco tiene de frontera física y que es casi
íntegramente política y cultural, no afecta sólo a los espacios públicos: en un
mismo edificio puede haber una puerta que pertenezca a una ciudad, y otra a su
opuesta, con vecinos que deben ignorarse. Técnicamente, más que ignorarse, deben
desverse, desolerse, desoírse, y toda
una serie de des-acciones que forman
parte de la educación ciudadana de los besźelíes y los ulqomanos. No hacerlo
conlleva cometer una “brecha”, transgresión inadmisible para un Sistema cuyo brazo
armado, una especie de fuerza de seguridad omnipresente y de poder ilimitado
llamada justamente la Brecha, se ocupa de resolver y castigar ese tipo de
crímenes de la manera más expeditiva: con la desaparición de los culpables.
Borlú no tarda en comprender que el caso (habitante de una
ciudad, cadáver en otra) es de implicancias muy oscuras, y su primera idea es
lavarse las manos y tirarle el muerto a la Brecha. Sin embargo, cuando las
autoridades rechazan la existencia de esa “brecha”, él se ve obligado a
continuar con la investigación. En ese periplo deberá viajar a Ul Qoma para trabajar
con su par Qussim Dhatt, detective de la militsya
ulqomana. Sufriendo la hostilidad de todo tipo de organizaciones —desde los
ultranacionalistas de ambos lados hasta los unionistas—, Borlú encontrará que
la chica era una agitadora y estudiante involucrada en investigaciones arqueológicas
relacionadas con la Escisión —evento histórico del que poco se sabe pero que
está en el origen del extraño vínculo de las ciudades— y con la mítica tercera ciudad
de Orciny, asuntos ambos profundamente subversivos.
A pesar de que el magnetismo central está en el escenario
maravilloso que construye Miéville, La
ciudad y la ciudad es por su estructura, por su lenguaje, por su
investigador arquetípico, por su contexto urbano, una novela negra hecha y
derecha: una investigación policíaca en riesgo permanente de transgredir las fronteras,
amenazada por un burocracia monstruosa, de ribetes kafkianos. Sin embargo, la
concepción de este mundo de ciudades superpuestas, tan perfecta y obsesivamente
ensamblado, tan verosímil, es lo que hace de ella también una historia de ciencia
ficción que propone distintos planos de lectura, más o menos alegóricos. ¿Cuánto
de esa eficaz verosimilitud apela a la experiencia y el conocimiento que tiene el
lector de las muchas ciudades que conviven sin conexión en cualquiera de las
grandes urbes reales que habitamos en este siglo XXI? ¿Cuántas fronteras
mentales, morales, psicológicas, culturales nos mantienen cercados en nuestra pequeña
ciudad, “topordinariamente” incluida dentro/sobre otra ciudad más grande? En
otras palabras, ¿cuánto vas a desver y
desoír en un rato cuando camines por
tus calles?
Afortunadamente, las fronteras entre los géneros son
bastante más permeables que las que vinculan a Besźel y Ul Qoma. Y no hay
ninguna Brecha que castigue a los lectores que las atraviesan. Animate a poner
un pie en el fantástico, y sumergite en las calles de La ciudad y la ciudad. Vas a coincidir conmigo en que merece cada
uno de los premios que obtuvo (más allá del puro marketing que los editores
volcaron en aquella extraña frase de la contratapa que casi me hacer pasar de
largo).
Bonus track: en la edición de La Factoría de Ideas que leí
se incluye (al final del libro, debido a los spoilers) una interesantísima entrevista al autor.
Traducción:
Silvia Schettin Pérez
08/15
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